Macrofotografía: Araneus diadematus

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Hace algún tiempo que no subía fotos macro, (es un terreno que tengo algo olvidado y que tendré que recuperar antes de que acabe el buen tiempo, en invierno es más complicado encontrar estos pequeños seres).
Os dejo un par de tomas de la araneus diadematus, conocida vulgarmente por araña de la cruz, fácilmente reconocible por las manchas sobre su dorso en forma de cruz. Es muy abundante y habitual encontrarla en nuestros jardines

Como siempre, recordaros que las fotos se pueden ver a mayor tamaño pinchando sobre ellas.

San Juan de la Peña y alrededores: Ermita de la Virgen de la Cueva, Monte Oroel

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Dejando tras de mí el Monasterio de San Juan de la Peña pongo rumbo al puerto Oroel para desde allí descender a Jaca, fin de la ruta.
A poco de salir, encuentro un desvío, ‘Botaya, 2Km.’. Tirando de la guía que a menudo consulto durante mi viaje, reseña su iglesia de San Esteban, con bello tímpano románico decorando el vano de lo que debió ser puerta de entrada. Como aún es pronto para comer, allá que me dirijo.



Botaya (27 habitantes), lo forma un grupito de variopintas viviendas de piedra alrededor de una pequeña plaza, que debe ser lugar de reunión de sus vecinos, pues aquí andan o mejor dicho moran en animada tertulia al menos la mitad de ellos, cuando llego donde están. Sus caras de extrañeza me hace entender que por aquí no vienen muchos forasteros.
En apenas cinco minutos termino la visita al pueblo y hecho las fotos de rigor cuando estoy de vuelta en la plaza. ¿ya has visto el pueblo? me pregunta burlonamente el abuelo. Tras intercambiar opiniones de lo cotidiano, del pasado y de escuchar sus batallitas de cuando el pueblo era otra cosa, es hora de continuar viaje. Tengo que volver sobre mis pasos, pues ya me dice el hombre que no hay otra carretera a seguir, y también que por los alrededores no hay ningún establecimiento de comidas.





Carretera abajo y ya en el fondo del valle en el cruce con Bernués (26 habitantes), a unos diez km. encuentro un camping, así que con el mediodía avanzado, pido y casi suplico por un plato de comida.
Tras reposar la tórrida tarde veraniega junto a un arroyo, vuelvo carretera arriba dirección al puerto, por un paraje montañoso totalmente cubierto de pinar y ningún vestigio humano durante el trayecto. Ya en lo alto, en una vuelta de la carretera distingo un cartel de madera junto al arcen, ‘A la ermita de la virgen de la Cueva’, señalando la dirección de una pista de tierra valle abajo. No marca distancias, ni tiempo aproximado, la tarde está acabando y por más que releo mi guía, tampoco encuentro nada. Como tampoco hay nadie alrededor a quien preguntar, la prudencia en estos casos aconseja seguir tu camino y dejarse de aventuras, así que obrando con la sensatez que me caracteriza, subo al coche y pista adelante, a ver la ermita.
Tras recorrer unos 10 km. dejando atrás cruces señalizados y otros no en los que me guiaba por la intuición, y una barrera abierta que podía encontrar cerrada a la vuelta, en una subida que cada vez se volvía más deteriorada, llego a una explanada a mitad de la ladera del Monte Oroel donde debo dejar el coche.
Desde aquí se continúa por una senda bien marcada que zigzaguea entre los pinos y los salientes rocosos. Llevo buen rato caminando y de la ermita ni rastro, pensando que la idea no había sido demasiado acertada, cuando a la vuelta de un recoveco por fin aparece la ermita.


Ermita de la Virgen de la Cueva. Su exterior es sencillo, aprovecha la oquedad de la roca, cerrada por una pared simple de piedra y una puerta de verja sin cerrar por lo que pude entrar dentro. El interior es reducido, un sencillo altar completado con unas pequeñas imágenes conforman el conjunto.
Lo más curioso de la ermita es que en la pared del fondo hay filtraciones de agua que han formado estalactitas . Una de ellas, la de la foto, ha creado junto a la estalagmita inferior una suerte de pila de agua bendita, no se si natural o con la ayuda de la mano del hombre, pero es curiosa y bella .
Por más vueltas que he dado por Internet apenas he encontrado información de la ermita, salvo que es lugar de peregrinación de las gentes de Jaca y que data de siglos atrás así como que su origen está en un pastor que viendo que el rebaño iba asiduamente al interior de la cueva, un día entró en ella y allí se encontró la imagen de la Virgen.


El resto ya sin mayores emociones, fue el descenso y fin del trayecto en Jaca.


San Juan de la Peña y alrededores: El monasterio viejo

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Tras un breve paseo entre un denso pinar, descendemos al monasterio de San Juan de la Peña, el “viejo” en este caso, acomodado y protegido a su vez en una oquedad de la roca bajo un imponente paredón.
Fue allá por el siglo XI cuando bajo el reinado de Sancho el Mayor de Navarra, se remodeló con los restos de antiguas edificaciones el inicio del recinto que ha llegado hasta nuestros días. El hecho de que este Rey eligiera este lugar para reposar después de su muerte dio más relumbrón al lugar, así como el que posteriormente otros reyes siguieran su iniciativa y algunos nobles acabó por convertirlo en panteón real.
Todo esto supuso que el en principio pequeño y recoleto recinto compuesto por la iglesia baja, de estilo mozárabe, necesitara de más espacio. Las sucesivas ampliaciones según aumentaba su esplendor con la iglesia alta, románica, la sala de concilios, y las capillas de San Victorián y San Voto configuraron un mosaico de estilos arquitectónicos verdaderamente preciosista.
Pero si algo destaca sobremanera sobre el resto, es el claustro. La finura con que fueron labrados sus capiteles acapararán nuestra atención durante un tiempo.
Todo este conjunto, bello de verdad, aun tiene un pequeño matiz, que a mí especialmente me llamó la atención: la superficie construida no abarca más allá de una pista de tenis. Nunca vi tanto, en tan reducido espacio.
Para quien guste de la historia del arte puede obtener información más detallada en la página http://www.aragonromanico.com/jacetania/pena.htm , (es buena costumbre reseñar las fuentes, aunque de un tiempo acá se esté perdiendo esta sana costumbre).









Claustro


Capiteles del Claustro, detalle

San Juan de la Peña y alrededores: El monasterio nuevo

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Nada más llegar a la pradera de San Indalecio y lograr hueco donde dejar el vehículo (esto parece Benidorm en hora punta) dirijo mis pasos a la impresionante fachada del monasterio que destaca sobremanera entre tanto verde.
Empezamos bien, lo primero que toca es pasar por taquilla (en este país ya se sabe, la cultura hay que pagarla). Abonado el completo, (léase entrada, para los más suspicaces) me dice la amable señorita que aguarde en la puerta que a las 12 da comienzo el recorrido. Son las 12,20 (horario español, es normal) cuando al señor que lleva el grupo le parece que este es lo suficientemente numeroso como para abrir las puertas.
-Tomen asiento que la proyección de audiovisuales va a empezar.
Pero, ¿dónde están los asientos?, mejor hubiera ordenado remedando a Tejero: ¡todo el mundo al suelo!.
Sobre la pared van sucediendose las imágenes de aguerridos caballeros medievales que persiguen sin tregua al moro infiel, conquistando las tierras que colmaron al reino de Aragón, así cronológicamente hasta la actualidad. De cuando en cuando, eso sí, tienen la sana costumbre de cambiar la proyección de una pared a otra, con lo que al final de la sesión tu porción de asiento (léase suelo) queda mucho más limpia que cuando entraste.
Al término de la proyección, ya bien empapado en los avatares de la historia aragonesa, te invitan a continuar la visita. Con la ilusión puesta en poder contemplar un magno monasterior del XVI te adentras en el patio de lo que debería haber sido el claustro.
¡Oh sorpresa! ¿donde está el monasterio?
Un generoso corredor de altas paredes de cristal opaco, gira sobre el patio central, rematado el conjunto con una exposición de cuadros modernistas (esto debería haber sido el claustro). ¿Donde leches estará el monasterio?. Accediendo a la primera planta, el suelo, ahora sí de cristal traslúcido permite ver los restos arqueológicos de los muros de lo que fue el monasterio (antes de que un incendio lo arrasara) y la exposición de piezas halladas en el mismo. En la planta baja adyacente se puede visitar junto a estos restos pétreos, algunas reconstrucciones que acompañan esculturas humanas que recrean lo que fueron las labores cotidianas de aquellos monjes.
Así, con la sensación en el cuerpo de haber visitado el viejo poblado del oeste americano de Tabernas (Almería) donde las casas son una fachada de madera sostenida en su parte trasera por vigas de madera, doy por terminada la visita.
De nuevo en la calle, nada mejor que hacer que acercarse a los miradores que hay alrededor. En poco más de 300 metros, nos encontramos en el mirador del balcón de los Pirineos o de Pilatos (aún no logro entender que hacía este personaje por estas tierras). La vista es esplendorosa y extensa. Buena parte de los altos picos del Pirineo se abre ante nuestros ojos. Con la ayuda de un mapa guía sobre una mesa de piedra, podemos recrearnos tratando de identificar sus cumbres más emblemáticas, difícil tarea ante tal enjambre de cimas calizas. De todas, me quedo con la certeza del Midi D'Ossau (2884m), cumbre francesa, facilmente reconocible por su mole troncocónica y cuya silueta se puede contemplar desde casi caulquier lugar (esa cima solitaria que se atisba en el fondo a la derecha de la foto inferior)

Más al este se encuentra el mirador de San Voto y la ermita del mismo nombre, donde en el cartel informativo junto a esta, se puede leer que está situada donde, según cuenta la leyenda, se paró milagrosamente ante el abismo, el caballo desbocado de Voto que perseguía a un ciervo, salvándole a su jinete de una muerte segura. La ermita del siglo XVI se erigió en su honor y el de su hermano Felix, más tarde ambos llegarían a ser Santos y a los que la tradición otorga el honor de fundar el viejo monasterio al abrigo de la roca bajo estos parajes.
Desde este punto con amplias vistas del valle y las montañas, se accede en bajada por una senda al monasterio viejo, lugar al que dirijí mis pasos.
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