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San Andrés de Satué, San Pedro de Lárrede, San Juan de Busa, Santa Eulalia de Susín, San Martín de Oliván y Orós Bajo situadas cronológicamente entre los siglos X y XI conforman este ameno recorrido por el fondo del valle y a la vera del río. Lo más peculiar de las iglesias del Serrablo lo constituye el ábside, siendo el más generalizado el semicircular, que, en su exterior, presenta una curiosa combinación de dos elementos claramente decorativos: el friso de baquetones y las arquerías murales ciegas.
El recorrido, como digo, por buen trazado y mejor señalizado es apto para hacerlo en vehículo, a pie o disfrutarlo en bicicleta. Arquitectura y naturaleza se dan la mano.
El buen hacer de la Asociación de Amigos del Serrablo ha sido decisivo para la recuperación de estos monumentos y su divulgación.
San Pedro de Lárrede, declarada monumento nacional en 1993,es quizás la mas representativa del grupo, destaca por ser la única con planta de cruz latina y techumbre abovedada de piedra. Es de las iglesias que menos alteraciones ha sufrido con el tiempo, su esbelta torre campanario, que recuerda la de una fortaleza, está construida sobre uno de los brazos de la nave trasversal, y se divisa desde diferentes puntos del valle. De planta cuadrada, se alza más de diecisiete metros y en las cuatro caras de su cuerpo superior se abren ventanas de tres vanos con pequeños arcos de herradura.