VALLES DE ANSÓ Y ECHO

Acabada la etapa seudo cultural por la Jacetania, tocaba ya entrar en contacto con la montaña.
A modo de aperitivo, un recorrido por los valles más occidentales del Pirineo oscense: Ansó y Echo. Dos valles en un solo día es un reto perdido antes de su inicio, conocer estas tierras con multitud de bellos rincones en los que perderse y a los que acudir requiere del suficiente tiempo del que no disponía, así que había que descartar zonas muy a mi pesar.



Al valle de Ansó lo recorre el río Veral. Parra llegar a la villa que le da nombre opté por seguir el recorrido desde la desembocadura del Veral en el río Aragón junto a la población de Berdún. No es su mejor acceso desde el punto de vista viario, pero si desde el paisajístico.
Tras el desvío de Berdún (429 habitantes), y dejar a la derecha Biniés (62 habitantes), encaramado en lo alto de una loma con los restos de su castillo, la carretera baja junto al río en el fondo del valle, que poco a poso se va encajonando más hasta llegar a la Foz de Biniés.


La Foz, es un angosto pasillo natural donde el río y la carretera se disputan el escaso espacio libre que queda en el fondo de un angosto desfiladero, los altos paredones rocosos, en zonas extraplomados, invitan a hacer el recorrido a pie.


Pasado este, el valle vuelve a ensancharse y al poco llegamos a Ansó, capital del valle.
Ansó (509 habitantes), cuenta con un concurrido núcleo poblacional, y es punto de partida, para continuar valle arriba al llano de Zuriza, paisaje rico en abundantes pastos y bosques de hayas (este fue uno de mis descartes).
Desde aquí, atravesando un pequeño puerto de montaña pasé al vecino valle de Echo o Hecho (de ambos modos lo encuentras).

Echo (1005 habitantes), es otra villa turística que ha sabido conjugar sabiamente la modernidad con lo tradicional, donde prima un paseo por el laberinto de sus calles y casas blasonadas.
El resto del día, pedía un paseo por la naturaleza, así que tras abandonar Echo, valle arriba, y dejar atrás Siresa (126 habitantes), con su monasterio (al que tampoco pude visitar por no poder conjugar mi horario con el suyo) puse rumbo a la cabecera del valle, la Selva de Oza, un bello rincón de la naturaleza, que queda pendiente de mi próxima entrada.

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