DAVID CONTRA GOLIAT: la guerra de los insectos

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Aquello de que el pez grande siempre se come al chico en ocasiones no es del todo cierto.
Un ejemplo lo tenemos en la araña cangrejo, esta diminuta araña de apenas 4 mm es capaz de abatir presas que le doblan sobradamente su propio tamaño. Su paciente espera bajo los pétalos de una flor o en el fondo de esta gracias a que mimetiza su cuerpo con el entorno como el mejor de los camaleones le propician la ventaja de la sorpresa. Su veneno efectivo y letal completan sus armas de caza.
Aquí os dejo un ejemplo de sus capturas inverosímiles, una abeja que le cuadruplica en tamaño y su capacidad de camuflaje en la que ha atrapado una mosca.

Por contra, la acción depredadora sin más alardes de la araña de la cruz, la más común de nuestras arañas de jardín merodea de un lado para otro en busca de su comida.
Ninguna de ellas teje telas de araña.

SELVA DE OZA (II): Tarde de nubes en la montaña

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La montaña es esa señora altiva y de ánimo cambiante que te acoge siempre con las mejores galas de su belleza natural. Pero como digo, con las mismas virtudes que te recibe y un sol radiante, de repente, las nubes que te acompañaban amistosas por el horizonte, bajan ladera abajo y acaban en poco tiempo con tus momentos de deleite.
Donde había luz y color, ahora te envuelve un denso manto gris que reduce tu visibilidad a la nada. Solo te queda cargar los bártulos en la mochila y despedirte de tan majestuosa señora, deseando que a la próxima ocasión su ánimo sea más risueño.





VALLE DE ECHO: LA SELVA DE OZA (I)

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Partiendo de Siresa carretera arriba, la carretera se adentra en un bello paraje natural, la amplitud del valle se enmarca por las altas cumbres que lo bordean. A la izquierda, Peña Forca, con sus 2391 metros es la frontera natural entre este valle y el de Ansó. A la derecha nos seguirá todo el tiempo la esbelta figura del Castillo de Acher , con su cumbre ‘fortificada’ a modo de atalaya natural. Entre ambos, el fondo del valle en un denso bosque mixto de pinos, abetos, hayas.
Tras un nuevo paso estrecho por la Foz de Boca del Infierno (curioso nombre) el valle se abre de nuevo en su cabecera en lo que fuera un extenso bosque, de ahí su nombre de Selva de Oza, y que fue talado en su mayor parte buscando pastos para el ganado.
El abanico de rutas que se abre a uno y otro lado es inagotable. Un simple paseo hasta donde lleguen tus fuerzas o tu tiempo (como en mi caso) no obstante te permitirá disfrutar de unas magníficas vistas en estrecho contacto con la naturaleza.




VALLES DE ANSÓ Y ECHO

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Acabada la etapa seudo cultural por la Jacetania, tocaba ya entrar en contacto con la montaña.
A modo de aperitivo, un recorrido por los valles más occidentales del Pirineo oscense: Ansó y Echo. Dos valles en un solo día es un reto perdido antes de su inicio, conocer estas tierras con multitud de bellos rincones en los que perderse y a los que acudir requiere del suficiente tiempo del que no disponía, así que había que descartar zonas muy a mi pesar.



Al valle de Ansó lo recorre el río Veral. Parra llegar a la villa que le da nombre opté por seguir el recorrido desde la desembocadura del Veral en el río Aragón junto a la población de Berdún. No es su mejor acceso desde el punto de vista viario, pero si desde el paisajístico.
Tras el desvío de Berdún (429 habitantes), y dejar a la derecha Biniés (62 habitantes), encaramado en lo alto de una loma con los restos de su castillo, la carretera baja junto al río en el fondo del valle, que poco a poso se va encajonando más hasta llegar a la Foz de Biniés.


La Foz, es un angosto pasillo natural donde el río y la carretera se disputan el escaso espacio libre que queda en el fondo de un angosto desfiladero, los altos paredones rocosos, en zonas extraplomados, invitan a hacer el recorrido a pie.


Pasado este, el valle vuelve a ensancharse y al poco llegamos a Ansó, capital del valle.
Ansó (509 habitantes), cuenta con un concurrido núcleo poblacional, y es punto de partida, para continuar valle arriba al llano de Zuriza, paisaje rico en abundantes pastos y bosques de hayas (este fue uno de mis descartes).
Desde aquí, atravesando un pequeño puerto de montaña pasé al vecino valle de Echo o Hecho (de ambos modos lo encuentras).

Echo (1005 habitantes), es otra villa turística que ha sabido conjugar sabiamente la modernidad con lo tradicional, donde prima un paseo por el laberinto de sus calles y casas blasonadas.
El resto del día, pedía un paseo por la naturaleza, así que tras abandonar Echo, valle arriba, y dejar atrás Siresa (126 habitantes), con su monasterio (al que tampoco pude visitar por no poder conjugar mi horario con el suyo) puse rumbo a la cabecera del valle, la Selva de Oza, un bello rincón de la naturaleza, que queda pendiente de mi próxima entrada.
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